Se me ocurren tres tipos de razones para asumir estas situaciones como un problema propio:
– La primera consiste en la reacción afectiva ante las situaciones de sufrimiento e injusticia, los sentimientos de compasión y culpa que experimentamos ante las escenas desgarradoras que nos ofrece la televisión. Es verdad que esos sentimientos pueden ser el primer paso para enterarse del problema, pero creo que la compasión por sí misma no es el mejor camino para enfrentarlo. La compasión siempre es molesta y resulta frecuente la huída de esas imágenes y el consiguiente olvido de lo que ha provocado ese mal momento. La emoción, por sí sola, dura poco y no llega a generar una actitud duradera.
– La segunda razón consiste en lo que se ha llamado el egoísmo racional: debemos preocuparnos por los demás porque esa es la condición necesaria para que mis propios problemas sean atendidos por los otros. Se trataría de un pacto tácito de la humanidad en su conjunto, que exige la solidaridad de todos con todos como la mejor manera de asegurar nuestros propios intereses. Pero creo que el egoísmo no es razón suficiente: muchas de estas situaciones difícilmente pueden perjudicar nuestros intereses y en cualquier caso no es ese cálculo el que exige ayudar a superarlas. Aun cuando es verdad que un mundo menos injusto aseguraría una mejor calidad de vida para todos.
– Creo que la razón más seria para preocuparse por la situación del tercer mundo consiste en el derecho que tiene toda persona, por el hecho de serlo, de satisfacer sus necesidades básicas y vivir dignamente. No se trata de un derecho que nosotros podamos conceder graciosamente sino de una prerrogativa que todo ser humano posee por el mero hecho de haber nacido. Y quien puede contribuir a conseguirlo debe hacerlo. Se trata de un derecho y un deber cuyo reconocimiento constituye la condición indispensable para superar el actual tribalismo y construir una civilización de alcance universal. ¿La división artificial del mundo en estados independientes es razón suficiente para desentenderse de la mayor parte de la humanidad? Y si es así: ¿será verdad que todavía estamos en la prehistoria del género humano?
By Público de Augusto Klappenbach es filósofo y escritor.