El otro día me lo comentaba una amiga. “Cuando nosotras nos acostamos más de tres veces con alguien es que sentimos algo”. A partir del cuarto encuentro -la regla, como todas, tiene excepciones- comienza el ‘peligro’ de engancharse con alquien que posiblemente espere que le sugieras si acaso esa remota posibilidad para abrir la puerta de casa, besarte en la frente -típico de madre- y darte una patada en el culete. Buenas noches, señorita. O señora, qué nunca se sabe con quién comparte uno cama. En los hombres, el asunto es bien diferente. Se puede rebasar el número sin problemas, con confianza y sin remordimientos. Hay casos documentados de llegar hasta el medio centenar y el corazoncito ni mu. Así somos.
Sin embargo, la mágica regla del tres sí tiene cierta utilidad en otros menesteres. Y esta vale para ambos sexos. Por ejemplo, tres planes no aceptados en un periodo de mes y medio suponen el entierro de esa amiga de confianza en la cama. Si durante ese tiempo y hasta en tres ocasiones fue descortesmente cortés ya puedes ir pensando en que no dormirás donde alguna vez lo hiciste. Algo pasó ahí. Mejor, nunca me gustaron las camas sin almohadas.
Más reglas del tres. Tres cenas con la misma chica sin conseguir ni siquiera un beso son suficientes para pasar página. Recientemente, en un gesto de valentía suprema, decidí saltarme la del tres. Sí, quedé una cuarta. Plof. Idéntico resultado. Más vale no insistir en lo que está cerrado.
De igual modo conviene recordar esas negativas para los mensajes de WhatsApp. Tres textos en días no consecutivos sin respuesta es suficiente argumento para retirarte del cortejo del icono verde. Sí, vale, es cierto que siempre puedes mirar la hora de conexión y pensar que se le haya pasado contestar. Pero, ¿tres días? Pues no. El cuarto mensaje, en estos casos, conviene evitarlo. Siempre está el clásico infantiloide “¿qué haces?” o el lamentable “¿cómo estás?”. Pero no se crean ustedes. Todavía se puede caer más bajo. Recientemente envié -tras volver a incumplir la regla del tres- el patético: ”¿Estás enfadada?”. Lo más sorprendente. Va y funciona.
Y sí, esto se termina aquí. Y sin hablar de ningún trío. ¿Alguien lo había pensado? Seguro. Necesitaba aprovecharme de la mente sucia de todos.
(Escrito vía el periódico Público en el Blog “A pelo…” )